Feliz día de la madres cocinadoras y para las que no cocinan también

Estrategias para asesinar las dietas.

No se trata de simple boicot es un llano y brutal mecanismo de destrucción masiva de voluntad y convicción. La estrategia logística de las madres se basa en la técnica del terrorismo. Es decir disparo puñalada trapera o pastel de papas y corro.
La puñalada trapera consiste en el discurso o comentario feroz que sirve de entrada a la bomba calórica.
Ejemplo; "si no comes carne te vas a poner anémica" o bien "las patatas contienen carbohidratos y almidón si no las comes se te caerán los músculos".
En ese momento tus defenzas comienzan a vacilar. Tu vegetariana por elección consciente, tu que te niegas a morder un pedazo de animal al que consideras un mamífero hermano comienzas a verte blanca como la hoja dina cuatro de la impresora de tu oficina. Te repones y al segundo ataque respondes, sólo con el pensamiento, oralizar sería tu ruina y tu lo sabes: los carbohidratos ya me los has comido esta mañana en forma de galletas de arroz integral, es más le he agregado dos cucharadas de mermelada, y no era laigth, porque calculando las calorías sé que debo llegar a 1600 diarias de alguna manera.
Si tu madre observa que tu trinchera aún no se ha inundado de saliva y del consiguiente deseo de hincarle el diente al maldito pastel de papas, te manda el tercer atentado.
Ejemplo; "la verdad es que yo nunca hago pastel de papas, cuesta mucho trabajo, pero como venías vos a comer... o lo empecé ayer así hoy esta más bueno".
En ese tercer ataque ya te encuentras sentada en la mesa comiendo desesperadamente la ensalada con la esperanza de que cuando llegue el pastel de papas ya estés suficientemente sacia como para probar solamente 500 kilocalorías del famoso pastel, siempre considerando que la noche la tendrás que pasar con dos yogures 0, es decir nada.
Cuando ya estas más o menos harta de lechuga y tomate llega el pastelazo y el cuarto ataque y con este último ya te ves tirada en la cama de la habitación de costura que ahora se llama la del ordenador, intentando con una siestita digerir y no morir en el intento las 2000 calorías que sabes que vas a terminar comiendote todas juntas en forma de fuente pirex.
Este cuarto ataque rompe todas las barreras, tu madre puso en marcha la aviación. Te comienzan a caer bombas tipo; "come nena, sabes que tu padre se preocupa si no te ve comer" o "tu abuela lo hacía con una base de pasta brisa.
El pastel comienza a desprender su olorcito, perfume o fragancia y mientras la lechuga de tu estómago se alinea en un rincón y tu ya estas comiéndote la primera cucharada de ese kilo y medio de carne picada sancochada con cebolla cubierto con un estrato de cinco centímetros de puré, con sus huevos y sus aceitunas.
En medio de esa lucha que comienza cada domingo a las once de la mañana, haga tu madre pastel de papas, asado, canelones, fidebua o empanadas, hay como en todas las guerras una parte de la población que sufre los daños colaterales, es decir los hijos menores.
Tu muchacho de once años comienza a penas llega a la casa de la abuela, a abrir la boca pidiendo comida. Tu madre de guerrillera armada pasa a los Cascos Azules y comienza a repartir medio chorizo Tarradellas entre tu hijo y tu padre que como dos refugiados agradecen el paquete caído del cielo.
A este punto sacas al embajador que hay en ti y con mucha diplomacia le dices a tu madre:
"Mamá este chico se desayuno con tres paquetes de Oreo hace media hora".
Tu madre: "Pobrecito, si el chorizo lo compre para él".
Tu hijo, poniendo cara de pobre desgraciado: " Mamá tengo hambre".
Tu: "No tienes hambre tu te aburres y comes, además con el chorizo te van a salir granos".
Su abuela: "Tu padre también tenía granos y mira que guapo esta, eso es genética".
Comienzas a odiar la profesión que tu madre práctico durante treinta años, esa enfermera que usa su sabiduría según le convenga.
A las once el chorizo, a las once y cuarto las patatas fritas, a las doce el vermut con cuatro gambas, tu hijo que no quiere gambas, que no le gustan, tu madre que le cortes dos pedacitos de manchego de Mercadona que es muy bueno, que tiene calcio, tu padre mudo que mastica el quinto pancito con queso untable porque la mantequilla le hace daño, el jamón serrano vuela. Y tu hasta las dos vas fabricando una barrera a base de ensalada que no dejas de rumiar para no recordarle a tu madre que has empezado ha hacer dieta porque ella vino un día a tu casa y te dijo: "Nena como has engordado".

La palabra cocinadora no existe, pero describe más a las madres que la palabra cocinera.


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